Porque donde quiera que hay un cubano libre es Cuba libre
Y si hay dos cubanos libres Cuba liberada se duplica
Y Cuba libre se hace más grande y fuerte cuando muchos se juntan
Da igual donde sea.
En una casa santiaguera o un calabozo en Pinar del Río.
En Suecia, en Australia, Miami, Nueva York, o en un pueblito de Galicia.
Basta que haya un cubano que piense y se conduzca en libertad.
Recordemos que antes de ser un lugar Cuba libre era una idea. Una idea que recorría los poemas de Heredia, los artículos de Varela, las danzas de Cervantes, las colectas de Emilia Casanova, las manos sabias de los tabaqueros, los discursos y versos de Martí.
Cuba Libre fue alguna vez un sitio complejo y atribulado hasta que no tuvo otro remedio que volver a ser idea, que recluirse en la mente y el corazón de cada cubano que sueña con la libertad
Cuba libre no tiene que ser un lugar épico y solemne. Cuba libre debe parecerse a nosotros mismos, cuando mejores somos, cuando más a tono estamos con nuestro propio ser.
Cuba libre puede y debe ser alegre, abierta, desenfadada e irreverente. Pero sobre todo un sitio sin miedo. Y no se trata solo del miedo al tirano sino también del miedo a nosotros mismos y a nuestros compatriotas, a lo que pueda estar detrás de sus palabras y actos.
Cuba libre no está, por supuesto, en las hordas obedientes, los congresos mansos, las votaciones unánimes. No está en los que viven presos de sus carencias, de sus temores a la represión cierta o el futuro incierto.
Pero tampoco está en quienes, habiendo escapado de la isla, le siguen temiendo a sus propios pensamientos, sus propias verdades y los hunden bajo capas de justificaciones y falsa indiferencia.
Tampoco son libres los que viven en la desconfianza y el recelo hacia otros cubanos libres, los que piensan que no hay otra verdad que la suya, otra razón que la suya, otras virtudes que las suyas.
A Cuba libre no venimos a ponernos de acuerdo más que en lo básico: en la necesidad de entendernos, comunicarnos y unirnos en el empeño de cambiar la tierra de donde venimos de modo que la libertad no sea un delito ni la prosperidad un privilegio. En todo lo demás -como buenos cubanos libres- tendremos que diferir pero no en la necesidad de crear espacios donde podamos ser y compartir lo mejor de nosotros mismos.
A Cuba libre venimos porque creemos que la prisión de muchos cubanos no debe ni puede ser eterna. Porque la libertad puede ser más contagiosa que el miedo, basta que cada cubano escuche a qué suena su voz en libertad, tan distinta a la otra, la que baja para hablar de lo que realmente le importa.
Bienvenidos todos a esta fiesta de la libertad en este trozo de Washington que es hoy Cuba libre.
Fotos por Jorge Wellesley Bourke
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